miércoles, 19 de marzo de 2014

Buenas tardes.

Me gusta escribir, y me gusta escribirte. Me gusta rodearte en caracteres, abrazarte con la más suave mecanografía que mis dedos me permiten. Me gusta disfrutar de tu vista y recrearla a tamaño 12 y fuente arial. Me gusta cogerte de la cadera, mirarte a los ojos y pedirte que me des un beso más antes de salir del vagón del metro, como si no fuéramos a vernos mañana. Porque al fin y al cabo, cada mañana contigo es una mañana nueva. Cada "buenos días bebé" me gusta más que el anterior, y me cuesta mucho menos levantarme si lo leo, porque significa que tu también has madrugado, y que, por lo tanto, voy a verte.
Eres mis buenos días, y eres mis buenas noches. Supongo que podría decir que eres mi mediodía y mi mediatarde, porque ni en una ni en otra sales de mi cabeza.
Por eso hoy, a las 6 de la tarde, con mil cosas por hacer aún, sigo pensándote.
No sé si te lo he dicho ya, pero me gusta d|escribirte.
Buenas tardes, bebé.

lunes, 10 de marzo de 2014

A veces, me gusta perderme en la ciudad. Y eso que siempre he sido un chico de campo. Me gusta vagar por las calles, sin un rumbo fijo, simplemente siguiendo la dirección del viento, un viento invisible a los ojos pero de atrayente aroma. Un viento que me lleva por cada uno de los recovecos de esta pequeña ciudad, enigmática y magnética. Me incita a explorarla, y cada rincón me sorprende más que el anterior. La dorada luz de sus farolas, una luz clara como la mirada de la más inocente niña, me lleva a la mejor sala de conciertos que he visitado en mi vida. Suave jazz flota en el ambiente, risas de críos y no tan críos, pero siempre presente la fina curva de su sonrisa. Una sonrisa en la que me quedé clavado desde el momento en que me susurró que, por favor, la echara de menos. Y desde entonces no he dejado que saliera de mi mente. Tengo esa sonrisa plasmada dentro de mis párpados, y cada vez que cierro los ojos aparece. Una sonrisa de labios rosas y dientes blancos, que libera jazz cada vez que habla, que expulsa ese suave aroma que inunda el viento en el cual llevo tres meses perdiéndome, bajo la luz de esos dos dorados ojos.
Y vaya, jamás pensé que perderse podría ser tan agradable.