Me gusta escribir, y me gusta escribirte. Me gusta rodearte en caracteres, abrazarte con la más suave mecanografía que mis dedos me permiten. Me gusta disfrutar de tu vista y recrearla a tamaño 12 y fuente arial. Me gusta cogerte de la cadera, mirarte a los ojos y pedirte que me des un beso más antes de salir del vagón del metro, como si no fuéramos a vernos mañana. Porque al fin y al cabo, cada mañana contigo es una mañana nueva. Cada "buenos días bebé" me gusta más que el anterior, y me cuesta mucho menos levantarme si lo leo, porque significa que tu también has madrugado, y que, por lo tanto, voy a verte.
Eres mis buenos días, y eres mis buenas noches. Supongo que podría decir que eres mi mediodía y mi mediatarde, porque ni en una ni en otra sales de mi cabeza.
Por eso hoy, a las 6 de la tarde, con mil cosas por hacer aún, sigo pensándote.
No sé si te lo he dicho ya, pero me gusta d|escribirte.
Buenas tardes, bebé.